El temido enfrentamiento. Una pesada tristeza. Dos alternativas. Después de la tormenta sale el sol. Cuando el discípulo está listo aparece el maestro. La primera lección. Una tarea inesperada.
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Regularmente hago entre 10 y 15 minutos desde mi oficina hasta el lugar donde me vería con Guerrero, pero en esta oportunidad sentí que me tardaba mucho menos. Sorprendentemente no había tráfico y me tocó luz verde en el semáforo que cruza la autopista. Agradecí eso pues siempre pienso que, si viene algo malo, que sea rápido.
Mientras estacionaba mi pick-up lo más lejos que pude del lugar, veía a algunos obreros señalándome con la mano o con un movimiento de cabeza para advertir a otros compañeros en medio de risas socarronas mal contenidas. Al acercarme caminando distinguí de inmediato a Vicente Guerrero, parado allí observándome desde sus metalizados lentes de seguridad, recordándome a Polifemo antes de devorarse a una de sus víctimas.
De verdad que no preparé ninguna estrategia para enfrentarlo. Inconscientemente me concentré en el dolor de lo que iba a ocurrir y solo me preparé para ser barrido; ya estaba derrotado. Me le acerqué y su rostro permanecía impasible. Para esto ya los obreros, sin ningún escrúpulo, habían parado toda actividad y se habían agrupado alrededor de nosotros dos. Me puse en frente de Guerrero y le extendí la mano derecha diciéndole mientras me devolvía el saludo:
—"Tiene Ud. toda la razón, no seguí el procedimiento estándar; le aseguro que esto no volverá a ocurrir".
Apreté fuerte su mano, la solté y me di la vuelta dirigiéndome a un pequeño almacén donde guardo temporalmente los cilindros antes de llevármelos al laboratorio, las formaletas y otras herramientas. Mientras andaba, los murmullos, inicialmente escandalosos, se iban apagando. Fue una muerte rápida, más rápido que quedarse dormido, pensé, como un muerto que le explica a un vivo cómo es morir. Al llegar frente a los cilindros me senté encima del cajón del densímetro nuclear y me disponía a retirar las formaletas de varios especímenes que ya estaban suficientemente duros, pero me cayó una tristeza encima tan pesada como una atmósfera ácida y espesa que me hacía repasar una y otra vez mi vergüenza.
—"¿No cree que es peligroso sentarse en el cajón del densímetro nuclear?, me dijo Guerrero sacándome violentamente de mis cavilaciones".
Había caminado hasta donde yo estaba y no me había percatado. Me paré y solté lo que tenía en la mano para darle el frente, sin ánimo de decirle que el cajón estaba vacío, que es uno viejo y roto y que nos repuso el distribuidor, que me equivoqué, pero no soy tan despistado para sentarme encima de una fuente radiactiva.
—"Se necesita valor para reconocer los propios errores”, me dijo ya en un tono bastante menos severo. “Solo hay que practicar para hacerlo más rápido", agregó dibujando una media sonrisa para suavizar la ironía.
—"Dígame la verdad, López, ¿tiene todas las ASTM de Construcción actualizadas?", me preguntó como quien ya sabe la respuesta, y sin dejarme contestar me invitó.
—"Vamos a mi oficina y le regalo las mías del año pasado".
Mientras manejaba lentamente siguiéndolo a su oficina sentía como si el sol hubiera salido radiante después de una tormenta.
Luego de estacionar, entramos al edificio de mi cliente, una estupenda construcción de cuatro pisos que rentaron para acomodar al personal para este proyecto ubicado en el Centro Refinador Paraguaná (CRP), en la costa noroeste de Venezuela. Primero pasé por un baño para asearme un poco. Mientras caminábamos por los pasillos, luego de salir del elevador, me di cuenta de que el edificio era una Torre de Babel; japoneses, gringos, brasileños, y profesionales de varios países latinoamericanos. Los idiomas se confundían en una perturbadora cacofonía. Llegamos finalmente a su oficina ubicada en el tercer piso. Nos recibió con su mejor sonrisa su secretaria, la amable Sra. Adams, a quien saludamos. Es una hermosa mujer, blanca, alta, de nariz perfilada, de 50 pero con cuerpo de 40, resultado seguramente de una dieta sana, mucho ejercicio y, por qué no, unos retoques con el bisturí. Cruzamos el umbral de la puerta y llegamos a una mesa redonda para reuniones. Es la típica oficina del gerente de un proyecto civil. Tiene unos 20 metros cuadrados de área y un ventanal que deja entrar el radiante sol falconiano y permite ver las instalaciones de la refinería, la impresionante planitud de la península de Paraguaná, y un hermoso y calmado mar azul parcialmente ocultado por la bruma. En el otro extremo de la oficina se ubica un impecable escritorio de MDF revestida con madera de alta calidad, con un par de teléfonos encima, un estante con bandejas de documentos entrantes y salientes, y una laptop abierta; detrás, una gran silla con piel negra, de diseño moderno y ergonómico, y de respaldo una extensa biblioteca llena de libros y manuales, y un par de armarios para archivos. Una pizarra de acrílico, colgada a mitad de una de las paredes, con una tabla de asuntos pendientes y asignación de responsabilidades da cuenta de un estricto seguimiento del personal a su cargo.
Mientras, sentado frente al escritorio de Guerrero, con la mirada perdida, saboreo un vitalizante café «guayoyo» que oportunamente me había traído la Sra. Adams. Guerrero me devuelve a la realidad.
—"López, aquí tiene estos tres CD con las normas ASTM originales para suelos, mezclas asfálticas y concreto. Son del año pasado. Espero que sean su Biblia a partir de ahora".
Presentía que Guerrero no me había llevado a su oficina solo a entregarme unos discos. Me había llevado para terminar de darme la lección que había empezado en el campo unas horas atrás.
—"¿Sabe, López? Llegué hace poco aquí a este proyecto para hacer unos cambios urgentes en el sistema de calidad. Tenemos unas fallas importantes y lo que sucedió hoy es una muestra fehaciente de eso. En este momento tengo dos alternativas, o hacer una fuerte protesta a su empresa al punto de que le rescindan su contrato, o dedicarme a corregir educando al personal. ¿Cuál cree que tomaré?".
La pregunta la dejó en el aire mientras me sondeaba con la mirada y la remarcada pronunciación de sus eses al final de las palabras seguía retumbando en la oficina como un eco inagotable. Eran unos segundos angustiantes. Por una parte, no me gustan los juegos, al menos no aquellos en los que no he decidido participar. De modo que me molestó sobremanera la pregunta de Guerrero. Sentía más rabia por la pregunta, que pánico por el posible destino del contrato de mi empresa; un destino que con seguridad arrastraría mi empleo. Pero, por otro, tenía la impresión de que se abría una posibilidad cuyas características y extensión desconocía, pero algo me decía que iba a ser buena. La intuición es de las cualidades más poderosas que heredé de mi madre, así que en esta oportunidad me dejé llevar por ella.
—"No se debe de angustiar", me tranquilizó con esa costumbre muy mexicana de poner «de» delante de cualquier acción. "No he llegado aquí por la forma como empleo el garrote, sino por mi habilidad con la mano izquierda", agregó.
Mientras hablaba no le quitaba la mirada a Guerrero. Ya sin lentes mostraba unos ojos negros rodeados, de incipientes arrugas, que te miran profundamente y te sondean movimientos y pensamientos.
—"¿Me educará?", le pregunté tímidamente.
Arte de Geotechtips Academy .
—"Sí, y Ud. no tiene otra alternativa más que participar. La primera lección es que conozca uno de los grandes problemas en la construcción. En mi experiencia trabajando en varios países he identificado que con el tema de la calidad los ingenieros confundimos el momento oportuno de aplicar la creatividad o la obediencia. Es una dicotomía que causa fuertes dolores de cabeza en los proyectos. Cuando se sigue una norma, un estándar, o un procedimiento, es el momento de utilizar la obediencia, pero nuestra tendencia es ponernos creativos en ese momento para saltarnos el procedimiento según nuestra conveniencia. Un estándar es un procedimiento que garantiza que los resultados de un ensayo sean comparables en cualquier parte del mundo. El estándar es uno de los pilares de la calidad. La gente compra un artefacto electrónico nuevo y lo usa sin siquiera mirar el manual confiando en su intuición; se ponen creativos. Luego se daña o deja de funcionar y es el momento de sacar el manual; allí vienen los lamentos por no haber obedecido. Aprende esto, López, y va a ser un ingeniero fuera del montón", terminó en un tono que daba por finalizada la lección y, por supuesto, mi visita.
Ya me iba a despedir y Guerrero me interrumpió haciéndome una seña de que esperara un momento mientras despachaba, tras enunciar su apellido y una cadena de monosílabos, una llamada que acababa de entrar en su celular.
—Por favor, López, deje su información de contacto con la Sra. Adams; ella también le dará mi correo electrónico. Quiero que en dos días me envíe un reporte suyo con las desviaciones de sus procedimientos en el ensayo de concreto con respecto a las normas ASTM y su plan para implementar correcciones urgentemente en su empresa. Por cierto, ¿qué especialidad de ingeniería tiene?
Me sorprendió la pregunta. Pensé que ya lo sabía por haber leído mi carnet hacía un par de horas. Tal vez mi profesión estaba escrita en letra pequeña debajo de "Laboratorista"; tal vez solo leyó lo que le interesaba; tal vez era otro juego de su mente maquiavélica que empezaba yo a conocer.
—"Soy ingeniero civil", le informé. "Me gradué hace pocos meses", agregué.
—"¿Civil, ¿eh? ¿Qué tal es con los pilotes?".
Sin dejar que le contestara que las cimentaciones y la mecánica de suelos fueron de mis materias favoritas en la universidad, que me saqué máximas calificaciones y que hasta fui becado como preparador, se levantó de su silla y en tres pasos llegó a un estante de donde tomó un plano. Lo abrió en la mesa redonda y me pidió que me acercara.
—"Nos llega una grúa de 750 toneladas y para transportarla desde el Muelle 5 tienen que pasar por este puente”, me dice señalándome en el plano. Vamos a reforzarlo excavando unos pilotes, pero tengo la impresión de que los que nos han diseñado en el Departamento de Ingeniería son exagerados. En esta tabla están las dimensiones propuestas. Necesito que por favor verifique la capacidad de los pilotes usando este manual", me dijo entregándome el plano y un libro negro que sacó de su biblioteca, y agregó: "pues debo entregar un reporte con mi opinión sobre la calidad del diseño. Por favor, tráigame esto listo mañana en la tarde. Al salir, pida a la Sra. Adams una copia del estudio de suelos del área donde está el puente".
—“Sino cierras la boca se te va a salir la baba, ¿eh?”, remató mientras yo, en un reflejo instintivo, hacía lo sugerido.
Autor: Freddy J. Sánchez-Leal, sanchez-leal@geotechtips.com
Freddy J. Sánchez-Leal, IC, MI (UNAM)
Consultor geotécnico y de geomateriales para carreteras.
Profesor en TEC Monterrey y en Instituto Tecnológico de la Construcción (ITC).
Director de la Academia Geotechtips.
sanchez-leal@geotechtips.com
Twitter: @saintloyal
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