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  • Foto del escritorFreddy J. Sánchez-Leal

Carlos López. Capítulo 7: La gloria también tiene sus bemoles.

Actualizado: 17 jun 2020

Restricciones y mal ambiente en mi trabajo. Aplicando estadística con Mr. Carlson. Los terraplenes. La desalinizadora sigue avanzando. Inesperada cena. Verle la cara a Dios y regesar violentamente a la Tierra.



Desde ese día de la visita inesperada del Sr. Trujillo, las cosas no volvieron a ser las mismas en mi trabajo. Recibí un regaño muy fuerte de Esteves quien, con todo el derecho del mundo, se afincó hasta sacarme sangre. Se cobró varias cuentas que me tenía atrasadas. Decidí responder con la verdad a cada pregunta que me hacía Esteves sobre mis ausencias. Le expliqué las actividades que estuve haciendo con Guerrero desde la vez de nuestro encuentro en el vaciado de concreto. Se enojó todavía más y me prohibió terminantemente reunirme con Guerrero sin una aprobación de él. «Si te quiere ver, que me lo solicite. ¿Quién te paga, él o yo?», me dijo tajante.

A consecuencia de todo esto, para salir, tengo que reportar a qué lugar voy, cuánto tiempo aproximadamente me voy a tardar, y hasta me empezaron a hacer un control con kilometraje y combustible de la pickup asignada, y al final de esta semana le están instalando un control por GPS, en realidad a todos los vehículos, para disimular, pero el objetivo soy yo. Trabajar de esta manera es muy tenso, sobre todo porque no hay confianza.

Sin embargo, he aprovechado muy bien esta semana para organizar el laboratorio con base en la filosofía que aprendo de la lectura de las normas ASTM que me obsequió Guerrero. En un par de días entregué a Esteves un reporte de estado del laboratorio y de sus procedimientos más básicos, y un listado de inconformidades que, para resolverlas, necesitamos la participación de su jefatura y, muy posiblemente, de la gerencia general de Servicios Trujillo. Entre las inconformidades más importantes se encuentran:

· Falta de calibración del densímetro nuclear Nº2 (ya el Nº1 está en servicio).

· Falta de calibración de la balanza de 500 g de capacidad.

· Falta de calibración de la prensa universal (con la que rompemos cilindros de concreto, hacemos penetraciones de CBR para suelo compactado, y ensayo Marshall para mezclas asfálticas).

· El tamiz Nº 200 ya está roto y no aguanta otra pegada más con barniz de uñas. Hay que sustituir de inmediato. Sugiero comprar uno adicional para tenerlo en almacén como soporte.

· Hay que reparar la existente o comprar una nueva bomba de vacíos porque el ensayo de gravedad específica de partículas de suelo se está haciendo solo con calentamiento y agitación, y no con vacío, y esta es una importante desviación del ensayo, según el procedimiento ASTM.

Esto sería más que suficiente para meternos en un problema muy feo, si alguien externo a nosotros se diera cuenta. Le escribo a Esteves que se necesita tomar acción urgente. Le anexo al reporte las formas de solicitud de calibración que deben ser firmadas por la jefatura del laboratorio, y el requerimiento para ordenar de inmediato. Me tomé la libertad de llamar a los proveedores y elaborar un presupuesto aproximado de calibraciones, incluyendo el tiempo de entrega y garantías.

Me puse a repasar con los laboratoristas los procedimientos más básicos, desde el cuarteo de las muestras, contenido de agua, límites de consistencia, granulometrías, entre otros. Para el final de la semana dejamos roturas de concreto y penetración de CBR. La semana próxima revisaremos los ensayos con mezclas asfálticas. Es impresionante descubrir lo mucho que llegamos a estar desviados de los procedimientos ASTM en algunos ensayos, y me da pena darme cuenta de que firmamos hojas de reporte de resultados que tienen en el membrete: «Realizado con el procedimiento ASTM Cxxx…». Se aprende mucho más cuando te toca explicar esto a los otros laboratoristas y realizar los ensayos en conjunto. Bien decía Benjamín Franklin que: «Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo».

—«Carlos, pero ¿por qué tenemos que hacer los ensayos usando esta guía por escrito?», me reclama Juan, uno de los laboratoristas más experimentados. «Yo ya me los sé de memoria. Antes nos premiaban por sabernos los procedimientos de memoria. De hecho, la vez que me saqué el certificado tuve que aprenderme todos los procedimientos de memoria».

—«Juan, sin protestar. ¡Vamos!», le repliqué sonriendo y dándole una palmada en la espalda. «Mira que tal vez pierdas la oportunidad de no ganar el concurso de límites de consistencia», agregué.

Se me ocurrió hacer un concurso de ensayos sobre muestras de suelo cuyos resultados ya conocíamos bastante (esto fue idea original de Lorena, en realidad). Decidí empezar con los límites de consistencia, el líquido, con cuchara de Casagrande, y el plástico, con rollitos (este es el más difícil de replicar). Gana el concurso el laboratorista que se acerque más a los resultados conocidos. Para evitar trampas, yo superviso los procedimientos y firmo las planillas de resultados. El concurso resultó ser muy motivante, y mejoramos considerablemente los procedimientos. Es la aplicación de la filosofía que me platicó Guerrero sobre, en el momento requerido, «seguir el manual y no la creatividad».

A mitad de semana llegó el densímetro nuclear Nº1 calibrado. Llamé a Mr. Carlson para acordar los pasos a seguir para la verificación de las mediciones en el terraplén de prueba. Efectivamente y tal como él lo había previsto, realizamos las mediciones con el densímetro nuclear recién calibrado en los lugares precisos donde habíamos hecho las mediciones originales. También en este caso, medimos en cada lugar por triplicado, variando la posición del densímetro con giros de 90º en cada oportunidad. Con los resultados de campo nos fuimos a su tráiler. Me explicó en su pizarra acrílica el procedimiento, tipificado por F&R, para comparar estadísticamente los resultados a ver si existen diferencias significativas entre ambas mediciones. Luego, realizamos los cálculos en MS Excel, aprovechando las funciones que ya vienen para las pruebas t-Student. Los resultados demostraron que había una desviación significativa de 30 kg-f/m3 en la densidad. Con esta información recalculamos los porcentajes de compactación en todas las áreas medidas con el densímetro problema. En un 80 % de los casos, esta desviación no hizo que el grado de compactación cayera por debajo del 95 % del Proctor, que es el nivel mínimo exigido por F&R, pero el otro 20 % sí estaba en problemas por no lograr este hito. Para resolverlo, Mr. Carlson envió inmediatamente una requisición a Houston, lugar de la oficina principal de F&R, para que los proyectistas se pronunciaran sobre esta importante desviación. Para mi alivio, Houston respondió en una semana diciendo que no habían encontrado problema con la desviación reportada, pero recomendaron encarecidamente asegurarse de que este tipo de hechos no se repitiera. F&R, por supuesto, envió a Servicios Trujillo una dura amonestación por escrito a causa de esta situación. Cuando el texto viene en inglés, como que duele más, me parece. Carlson me dijo que había recibido un reclamo de sus superiores, pero que estaba tranquilo. «We made it, Charlie. Worry, no more.», me escribió al final para calmar mis preocupaciones.

En la oficina, Esteves aprovechó el documento de amonestación para culparme por todo. Yo acepté el reclamo porque comprendí que era en parte mi responsabilidad y, aunque no lo sabía debido a mi falta de entrenamiento, eso no me libraba. Allá él si no entendía que su responsabilidad sobre lo que ocurrió era todavía mayor que la mía por ser el jefe de laboratorio, y que debía tomar acciones urgentes para corregir y asegurarse que esta situación no se repitiera.

Toda esta coyuntura, sin embargo, no sería nada comparado con lo que ocurrió al final de esa semana. Ya les contaré. (Guerrero hace una auditoría a Servicios Trujillo)

Las llamadas y los mensajes de correo electrónico de la oficina de Guerrero no pararon en toda la semana, tanto de la Sra. Adams, como de él mismo. Al principio inventé excusas para no ir a los llamados para reuniones de la desalinizadora, y para visitas a obra a verificar procedimientos de calidad. Pero ya el viernes me llamó el propio Guerrero y me acorraló hasta que le dije lo que estaba pasando, y que, por orden de mi jefe inmediato, si me requería tenía que solicitarlo por escrito.

—«¿Ah, ¿sí? No te preocupes. Así lo haré.», y colgó sin más, dejándome con una sensación no muy grata. Es como cuando estás en una playa brava y se acerca una ola muy grande. Sientes que una corriente te jala hacia lo hondo mientras la ola va aumentando su tamaño…

Aproveché de preguntar a la Sra. Adams lo que se había tratado en las reuniones de la desalinizadora, con el fin de ponerme al día. Esa historia me tiene totalmente cautivado y no quiero que las restricciones de Esteves me quiten la posibilidad de ser parte de todo esto. Ella, con el permiso de Guerrero, por supuesto, me envío por email un par de minutas de las reuniones que se había sostenido esa semana de mi ausencia. Omura, a través del Ing. Matsusai, presentó, para la consideración de PDVSA, la descripción del terraplén de pruebas, su constitución, plan de construcción, plan de inspección, programa de ensayos de laboratorio, y los resultados esperados con este experimento. El Ing. Lucas Saveiro, Gerente de Grandes Minas Gerais (GMG), un hombre alto y regordete, de piel morena, poco cabello, y una amplia sonrisa, de gran talante, presentó por parte de su empresa, una propuesta de inclusión, en el programa de ensayos del terraplén de Omura, unas variantes al experimento y unos resultados esperados. Todo esto según la asesoría de Sócrates De Viana que tuvo que volar a Europa a dar una conferencia en un congreso geotécnico. Los japoneses no estuvieron de acuerdo en realizar ninguna modificación a su programa. Por lo que se ve, ellos no creyeron una palabra de lo dicho por De Viana, o tal vez no estaban dispuestos a ceder en una estrategia que en el pasado les había funcionado sin mayores problemas. Según la última minuta, GMG informó a PDVSA que ellos harían su propio terraplén a sus expensas y riesgo, y presentaron también su programa de ejecución, de ensayos y resultados esperados. Me comenta la Sra. Adams que escuchó de Guerrero que los japoneses estaban muy sorprendidos por esta respuesta de los brasileños; no la esperaban. Por otro lado, esto también demuestra lo seguros que estaban los brasileños del trabajo de De Viana y apostaron todo. PDVSA, lógicamente, resolvió aprobar la construcción de los dos terraplenes, pues consideraban que beneficiaría al proyecto, y esta ejecución comenzó de inmediato en las áreas destinadas para tal fin.

Esta semana fue muy difícil para mí, con todos los problemas en el trabajo, pero mis chats nocturnos con Lorena fueron un bálsamo estupendo. Unas noches se dedicaba solo a escucharme o a leerme, otras yo le hacía preguntas y la dejaba hablar, primero para enriquecerme de sus interesantes puntos de vista, y luego para distraerme de toda esta espinosa situación. Nuestra amistad, con el alimento de esa salida a la playa y nuestras confidencias, había crecido enormemente. En la piscina nos vemos y es sumamente grato, pero no hay mucho tiempo para conversar. Además, ella se toma lo de sus clases con mucho profesionalismo, y yo no puedo hacer otra cosa sino respetarle eso, porque son de las cosas que admiro de su personalidad. Me dice que la natación es así, que es un deporte muy sacrificado y donde la disciplina es vital para mejorar y destacar.

Para aliviarme de una semana muy difícil, Lorena me sorprendió invitándome a cenar en su casa el sábado por la noche. No me puso un mensaje por el chat, sino que me hizo una llamada al teléfono. Su voz es fascinante, es un tono que me agrada mucho, y además pronuncia el español con ese acento con una combinación exquisita de merideño con caraqueño. Yo acepté gustoso, como cualquier otra cosa entre nosotros, pero después caí en cuenta de lo que esto podía significar. Ella y yo solos en su casa, sin restricciones de tiempo. Eso me quitó toda la tranquilidad. Yo, obviamente le consulté sobre lo que quería que llevara para ayudarle a preparar, pero me dijo: “Charlie, tú nada. Solo trae una botella de vino”. Me comuniqué de inmediato con un buen amigo, que es la mata de la educación y también un compendio de las revistas Men’s Fitness y Men’s Health, para consultarle qué llevar para la ocasión y los detalles del atuendo. Me aconsejó llevar vino tinto; un merlot con seguridad para no arriesgar, así que compré un Concha y Toro de buena cosecha y lo puse a enfriar desde temprano pues en este clima las noches son simplemente frescas. Según el consejo de mi amigo, compré también un ramo de flores variadas, nada de rosas rojas en este momento. Y, aunque no solicitó postre, me arriesgué con un pastel de chocolate con confiteroles. De atuendo, me puse una camisa negra de mangas largas, un pantalón de mezclilla relajado en azul oscuro, y de remate un saco oscuro, de tela ligera, y unos mocasines negros para el look semiformal y relajado. Respecto a la posibilidad de que del postre pasáramos a algo más privado, mi amigo me aconsejó: “No podemos saberlo en este momento. Dependerá de ti, si te portas bien, pero ella es la que tiene la decisión final. Ve preparado y estate muy atento”.

Lorena, al igual que yo, vive sola, pero en vez de en un tráiler, vive en un pequeño chalé construido prácticamente todo en madera, en una zona del campo petrolero donde habitaban originalmente holandeses.

Llegué a su casa en punto de las 8:00, como me pidió, y toqué la puerta de madera.

—«¡Pasa, Charlie, está abiertooo!», me gritó Lorena desde la cocina.

—«Con permiso, buenas noches», dije plantándome en la sala después de pasar y cerrar la puerta.

—«¡Dios mío, pero qué beeellooo, Charlie! ¡Qué elegancia! ¡Qué flores tan bonitas! Déjame ponerlas en un jarrón. ¡Mua!», y me estampó un beso en la mejilla con sus labios pintados de rosa, que le van tan bien con sus gruesos labios y su sonrisa perfecta, y luego me dio un sentido abrazo. «Bienvenido a mi casa, Charlie», me dijo clavando en los míos la mirada de esos hermosos y grandes ojos castaños. «Ponte cómodo, por favor, estás en tu casa. A ver, dame acá eso… ¡Ay, merlot, merlot, la selección perfecta, Charlie, me encanta! ¿Por qué no nos sirves una primera copa? Allí está todo sobre la mesa. Déjame terminar de atender el horno a ver cómo va el estofado. Es un buen trozo de carne y estoy segura de que te encantará. Si quieres puedes colgar tu saco en aquel perchero. Oye, ahora que me doy cuenta, qué raro verte con tanta ropa encima (aludiendo al hecho de que nos vemos todas las tardes en clases de natación)».

Les confieso que es muy difícil para mí ordenar tantas cosas que tengo en mi cabeza sobre este primer encuentro en casa de Lorena. Empezaré por su casa. Es un lugar muy hermoso, acogedor. Es una pequeña sala con un sofá y dos poltronas organizadas en torno a una mesita, iluminada por una lámpara que cuelga casi hasta nivel de la mesa. La sala conduce de inmediato a un comedor con mesa amplia de madera, luego una pequeña pared a media altura que divide con la cocina. En el costado derecho están dos puertas, una de ellas es el baño, la otra, algún deposito o alacena. En el costado izquierdo está una escalera en madera que lleva a las habitaciones.

Cuando nos abrazamos pude sentir su dulce perfume—luego supe que era Lancôme Magnifique—que me hizo entrar en un estado más relajado. Su cabello siempre lo lleva recogido durante las clases de natación, y esa noche fue la primera vez que la veía con el cabello suelto que, por cierto, le llega hasta los hombros, un hermoso cabello castaño como miel. Lorena se arregló con un sencillo vestido negro de tela, un tanto ceñido para hacer resaltar su hermoso cuerpo; arriba, a la altura de los hombros, y abajo hasta apenas un poco por encima de las rodillas. Remató con unas sandalias planas de color negro, que le hacían resaltar su bella piel blanca. Lorena es una mujer muy elegante y esta era la segunda vez que me lo demostraba.


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El estofado estaba exquisito, y el maridaje con vino tinto trabajó las maravillas. Reímos hasta más no poder. Lorena evitó que conversáramos de nada respecto a mi trabajo. Era una noche para evadirme de esa realidad, de enfocarme en otra cosa, de relajarme. Salió el tema de hacer un viaje a Chichiriviche, en la costa oriental del estado Falcón, para ir a bucear en esas hermosas aguas color azul turquesa del Caribe venezolano. Lorena es certificada PADI, y yo jamás he buceado, pero ella está facultada para capacitarme y realizar juntos una inmersión exitosa. La noche fue variada porque Lorena quería bailar y puso su lista de Spotify de Marc Anthony. No es que yo sea el experto de baile, pero me defiendo. Aprendí a bailar tarde, sabiendo que Venezuela alguien que no baile es considerado un paria, pero mis compañeras de estudio del colegio me hicieron favor de enseñarme algunas vueltas de rigor y a bailar como les gusta a las mujeres que uno baile. Y no lo debía haber hecho muy mal porque mi anfitriona estaba encantada. Luego de esa sabrosa sobremesa, le ayudé a recoger todo y a lavar los platos y ordenar las cosas para dejarlo como estaba.

—«Deja, Charlie, yo me encargo de eso más tarde», me dijo tratando de disuadirme, pero yo insistí.

Así que hicimos un buen equipo realizando ese trabajo. Ya estábamos terminando y cuando le pasé el último plato lavado para que lo secara, sin querer toqué su mano…sentí como si ese contacto me hubiera transportado a otra dimensión, como si hubiera tocado un portkey de Harry Potter. Todo, aparte de ella, perdió importancia y enfoque. A ella le sucedió igual. Nos miramos a los ojos y dejamos de reír. Sin darnos cuenta estábamos casi nariz con nariz, muy cerca el uno del otro. Concentré mi mirada en su boca y me acerqué un poco más. Luego detuve mi avance y la miré a los ojos. Ella dejó de mirar mi boca y miró en los míos. Después sonrió un poco y me volvió a ver en los labios antes de cerrarlos y corresponderme.

Puse su cara entre mis manos. Nos besábamos y al rato parábamos para vernos y reírnos, y volver a empezar. Era como para asegurarnos que era real y que todo estaba bien. Ella a ratos dejaba de besarme para abrazarme muy fuerte y hundir su cara sobre mi pecho. Se reía y volvía a buscar a mi boca para seguirme besando. A veces me besaba de forma muy tierna y como en cámara lenta. A ratos se aceleraba y parecía que me estuviera comiendo los labios con una intensidad frenética.

Esa rutina de abrazos y besos se extendió por más de media hora. Hasta que Lorena no estuvo segura de que éramos uno solo, no me permitió pasar a la siguiente base. En el momento preciso me soltó y se dirigió a la escalera, dejándome allí parado como una estatua.

—«Espérame un momento, Charlie», me dijo mientras subía, sacándome de mi aturdimiento.

Pasaron cinco largos minutos, y escucho:

—«¡Sube, por favor!».

Me recibió parada al lado de su cama con una sonrisa en los labios, y con su rodilla derecha apoyada sobre la cama, sin dejar de mirarme a los ojos. Su cabello recogido otra vez. Ya no tenía su vestido sino una fina pieza de lencería de color negro, entreabierta en el pecho, dejándome ver que ya no tenía puesto el sujetador. La habitación estaba a media luz. Me apresuré a poner su cara entre mis manos, a acercarme hasta su nariz, a mirarla a los ojos, luego a su boca y esperar a que me volviera a besar, y así empezamos otra vez. Ahora Lorena estaba besando mi pecho mientras desabotonaba mi camisa, lo hacía de una manera frenética, y a ratos calmada y tierna, luego me dio la vuelta para besar mi espalda. Las sensaciones me sobrepasaban. De repente pensé, ¿podré yo con esta mujer? Me sentí como Trinity pidiendo a Tank que le subiera un programa en la Matrix para volar un helicóptero V-212. «Date prisa, Tank, ¡vamos!». Después supe que me habían subido el programa correcto. De repente tenía toda la seguridad que necesitaba para estar a la altura. Sentí que representaba honrosamente a todos los hombres de la Humanidad que habrían dado cualquier cosa más preciada para estar en mi posición actual. Era ahora yo quien tomaba la iniciativa. Me puse detrás de ella y no dejaba de besarla, en su cabeza, en la nuca, en el cuello, alzaba con mi mano algunos mechones de su cabello castaño y besaba el lugar de su cuello de donde los había removido. No dejaba de acariciarla en todas partes, con todo mi cuerpo. Le decía al oído muy bajito lo hermosa que era, lo mucho que la admiraba, y lo increíble que la estaba pasando a su lado. Luego besaba sus hombros mientras removía el babydoll negro hasta que fue a dar al piso. Ya para ese momento ninguno tenía el control de sus manos o de lo que sucedía. Ya asegurada la perfecta conexión entre nuestras dos almas, dimos rienda suelta a todo lo que llevábamos por dentro, sin tabúes, sin barreras, sin restricciones…

Mientras descansábamos un poco, se puso encima de mí para mirarnos cara a cara. Solo me miraba. Yo puse mis manos en su cara, acariciaba sus cejas con mis dedos pulgares, pasaba el dorso de mi mano por su nariz perfecta, y luego la parte de atrás de mi dedo índice por la parte baja de sus labios.

—«Lore, eres increíble», alcancé a decirle.

—«Increíble es tu temperatura corporal, Charlie. Parece que tuvieras fiebre de 40», me dijo con una cara de pícara, y agregó: «Quiero otra vez», mientras se tapaba los ojos como el monito del WhatsApp, reía y hundía todo su peso sobre mi pecho. «Quiero que hagas todo exactamente igual, otra vez».

—«Tus deseos son órdenes, mi querida Lore…”

Antes de que los rayos del sol que entraban por el ventanal empezaran a calentar la habitación, ya yo llevaba un par de horas despierto. Tenía en mi regazo a la mujer más hermosa que había conocido en mi vida, y yo le velaba su sueño. En todo este tiempo me maravillaba de lo que había sucedido, recordaba cada minuto como una película sobre la que tenía pleno control de adelantar, atrasar, pasar en cámara lenta, y volver una y otra vez. Le daba gracias a Dios por ser tan afortunado.

Su cabello me llamó la atención. Caí en la tentación de acariciarlo, de meterle los dedos de mis manos entre sus mechones castaños y acariciar su cabeza. Así lo hice y ella, todavía con los ojos cerrados, ponía una expresión de placer. Sonreía con la boca y los ojos cerrados mientras se reacomodaba en mi pecho. Todo parecía indicar que íbamos a tener una mañana activa, pero no. Lorena recobró el conocimiento. Abrió los ojos sorprendida de verme en su cama, de estar acostada encima de mí. Se levantó de la cama como asustada. Evitó mirarme y se metió al baño casi corriendo. Yo quedé allí en la cama sin entender absolutamente nada. Me llevé las manos a la cara, respiré profundamente y expiré con largo aliento. Me levanté y empecé a vestirme y en mi mente trataba de darle con un palo para ahuyentar a los murciélagos de la preocupación que empezaban a revolotear en mi cabeza. Ya cuando casi terminaba de vestirme Lorena salió del baño y me dijo con expresión grave:

—«Carlos, tienes que irte».

La miré con una expresión de profundo desencanto. Ella evitó mirarme. De inmediato y sin decir palabras salí de la habitación, bajé la escalera, recogí mi saco y me fui. Antes de subir a mi camioneta miré al cielo y extendí los brazos preguntando ¿por qué?


Autor: Freddy J. Sánchez-Leal, sanchez-leal@geotechtips.com

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