Un sin par despliegue de ingeniería. Dos terraplenes diferentes que con el tiempo se hicieron hermanos. El triunfo de la ingeniería y el artero golpe de la sinrazón.
"London Eye" Photo byLuis NúñezfromPexels
La construcción de los terraplenes había comenzado con las labores de desmalezamiento del área y nivelación, y de la superficie. GMG tenía la labor de construir ambos terraplenes, uno bajo la supervisión de Omura (Terraplén A), y otro bajo su propia supervisión y expensas (Terraplén B). A Omura solo le preocupaba evaluar la compactabilidad del material de suelo y verificar si las pruebas de placa sobre el terraplén terminado producían la capacidad de carga que los proyectistas estaban requiriendo para las cimentaciones superficiales de la desalinizadora. GMG, por su parte, quería hacer una correlación entre campo y laboratorio a través de unas construcciones gráficas de la metodología RAMCODES llamados curvas de diseño. Según nos refería De Viana, las curvas de diseño son gráficas que relacionan el grado de compactación del suelo con su resistencia, bajo condiciones constantes de grado de saturación (o succión), y confinamiento o sobrecarga. Las curvas de diseño son como el “ADN” del suelo compactado, pues permiten identificar el material a través de su comportamiento con todas las variables antes mencionadas. Las curvas de diseño son relativamente fáciles de elaborar en laboratorio, a través de procedimientos experimentales y técnicas de análisis. A la colección de curvas de diseño de un suelo para varias condiciones de hidratación se le conoce como «espectro de curvas de diseño». Los espectros de curvas de diseño permiten identificar materiales como los francamente arcillosos, los colapsables, los gravosos, los limpios, y también proveen las gráficas útiles para el diseño del suelo compactado, es decir, del establecimiento del grado de compactación mínimo necesario para que el suelo exhiba la respuesta requerida, bajo las condiciones de hidratación y sobrecarga del proyecto.
Por Freddy J. Sánchez-Leal usando el software Soil Designer de RAMCODES.
Según me cuenta Guerrero, las reuniones de De Viana y Matsusai eran largas y muy productivas. Ya sin los reflectores de las reuniones en masa, la efervescencia de los egos baja y las opiniones pueden ser mejor escuchadas. Matsusai, brillante como pocos y con una calma típica oriental, escuchaba con detenimiento las explicaciones de De Viana. Pronto Matsusai pudo ver que se trataban de propuestas, además de los correctamente fundamentadas, honestas y en las que GMG, en buena lid de contratista, deseaba sacar el mejor provecho de la construcción, manteniendo los estándares de calidad requeridos por el proyecto, en función de su responsabilidad, y que por eso hacía una importante inversión de tener a un consultor de su nivel y construir un terraplén adicional. Matsusai y De Viana abordaron tópicos como los métodos para analizar los resultados de las pruebas de placa y obtener el módulo de Elasticidad del suelo compactado. También, discutieron sobre la forma de correlacionar los resultados de las pruebas de placa con los ensayos de CBR de laboratorio. Se les ocurrió evaluar el CBR como si fuera un ensayo de placa en miniatura, con una restricción radial a la deformación. Con esto dejaron la puerta abierta a establecer correlaciones entre el valor del CBR del suelo y el módulo de Elasticidad obtenido con la prueba de placa de campo. El color rojizo de la mayor parte del suelo, y los análisis químicos, demostraron la presencia de óxido de hierro. De Viana estaba preocupado por la influencia de esto en las mediciones de los densímetros nucleares, que habían sido seleccionados como los equipos de medición para poder obtener múltiples repeticiones de los ensayos y garantizar así la confiabilidad estadística de las mediciones. Para evaluar esta influencia se decidió la realización de correlaciones con el ensayo de cono y arena en los terraplenes de prueba.
Los estudios de mecánica de suelos del área de la desalinizadora adelantaban que el material de suelo disponible para corte y reutilización en relleno eran muy variables, desde arenas arcillosas hasta gravas limosas. Matsusai estaba preocupado por cómo esta variabilidad afectaría a las referencias de compactación (densidad máxima seca del Proctor). De Viana le tranquilizó proponiéndole un factor de caracterización, que llamaba “Fp”, que toma en cuenta tanto la gradación del material de suelo, como su plasticidad, y que permitiría hacer fuertes correlaciones con los parámetros del ensayo Proctor y hasta con los resultados del ensayo de CBR obtenidos de las curvas de diseño. De Viana le mostraba láminas, artículos técnicos y reportes con resultados, obtenidos en diferentes proyectos alrededor del mundo, que soportaban sus planteamientos.
En la reunión con los equipos técnicos de PDVSA, GMG y B&S, se resumieron todas estas consideraciones que habían sido aprobadas ya por PDVSA. Además, se estableció un plan de coordinación técnica y de seguridad para la construcción de los dos terraplenes, que incluía la demarcación de las zonas de tránsito de la maquinaria, la ubicación de las fuentes de agua para riego, de los densímetros nucleares (la coordinación de seguridad de PDVSA hizo especial énfasis en que no se repitieran incidentes con fuentes radiactivas, como antes había pasado en otros proyectos donde un rodillo había aplastado inadvertidamente a un densímetro nuclear)… La construcción de la desalinizadora era, por mucho, la obra más importante de la refinería.
La historia de la construcción de los terraplenes marchó a la par que la relación entre De Viana y Matsusai. Al principio eran dos terraplenes distintos, con objetivos diferentes. Pero, a medida que se llevaban a cabo reuniones entre estos dos grandes ingenieros, los terraplenes se iban pareciendo. Al final, el programa experimental fue el mismo y los resultados se interpretaron en conjunto. De hecho, el reporte final de la construcción y evaluación del terraplén fue escrito a dos manos por Matsusai y De Viana, así como la propuesta de nuevas especificaciones para el movimiento de tierras.
Un aspecto técnico importante durante la construcción de los terraplenes fue la alta desecación del material. En la península de Paraguaná, donde está ubicada la refinería, los vientos son severos y la exposición solar es de nivel de desierto. Los constructores se dieron cuenta que había que humedecer el material dos o tres puntos por encima del óptimo del Proctor para que cuando se compactara estuviera cerca del óptimo. En la construcción de la primera capa de cada terraplén, cuando no se había caído en cuenta de esto, el material de suelo, una grava limosa, no se densificaba bien. Era prácticamente imposible superar 90 % de compactación, y las pasadas adicionales solo conseguían fatigar el material. De modo que la medición instantánea de la humedad del suelo se volvió una necesidad insalvable. Para resolver esto, De Viana mandó a traer un «Speedy», que es un aparato conformado por un recipiente metálico (reactor), que incluye un medidor de presión. Para medir la humedad del suelo, se introduce una muestra de suelo de peso fijo, y una cantidad fija de carburo. Se cierra luego el recipiente y se agita. El carburo y el agua comienzan una reacción exotérmica; el vapor liberado genera un incremento de presión en el reactor que es medido y está relacionado directamente con la humedad del suelo. El «Speedy» es un aparato que, aunque tiene un diseño como de los 1950, su utilidad y practicidad no pierden vigencia. Puedo decir, como testigo de primera fila, que fue este aparato el que marcó el éxito de la construcción de los terraplenes y será de principal importancia en todo el monstruoso movimiento de tierra de 1 millón de metros cúbicos de la desalinizadora.
Sin embargo, no todo fue color de rosas. El acercamiento entre Sócrates De Viana y Takahashi Matsusai no fue bien visto por Guillermo Hernández, que es el Gerente de Ingeniería de la desalinizadora de PDVSA, ni mucho menos por Wilfredo Romas, quien se oponía por las mismas razones que Hernández y también solo por llevarle la contraria a Guerrero, quien había dejado muy claro desde el principio su apertura a las sugerentes ideas del consultor de GMG. Hernández veía detrás de ese aparente entendimiento técnico entre GMG (constructora) y Omura (consultora de ingeniería), un problema de conflicto de intereses. Hernández temía que GMG convenciera a Omura de hacer una propuesta que le conviniera a la constructora brasileña. Por su parte, Romas no veía bien que B&S, cuya función era la de supervisión y control de calidad, estuviera tomando partido con las propuestas. Otra cosa que hizo mucho ruido fue que se regó la voz de que los terraplenes eran para bajar el requerimiento de compactación a menos del 95 % del Proctor. Todo esto hizo que los terraplenes recibieran muchas visitas (muchas para recoger cosas que criticar) durante su construcción, y su progreso tuviera muchos enemigos. No obstante, los terraplenes se construyeron en tiempo, así como el programa experimental.
Tuve acceso al reporte final de construcción de los terraplenes y el programa experimental. Resumo a continuación los principales hallazgos.
1. Existe una desviación significativa en las mediciones del densímetro nuclear con respecto a las mediciones con cono y arena, que se consideran directas y reales. Para corregir las mediciones es preciso multiplicar el valor de la densidad húmeda del densímetro por 1.04, mientras que cualquier medición de humedad debe ser multiplicada por 0.78 para obtener mediciones equivalentes a las reales.
2. Los resultados experimentales de pruebas de placa de campo y medición de densidad se proyectaron marcadamente sobre la curva de diseño para 65 % de grado de saturación, obtenida a través de ensayos de CBR. El valor de 65 % de grado de saturación es un valor muy cercano al promedio del grado de saturación de campo obtenido a partir de las mediciones de densidad y humedad con el densímetro nuclear, y de la gravedad específica del material de suelo. Esto permitió validar que las curvas de diseño de laboratorio son iguales a las curvas de diseño de campo. Se trazó una correlación entre el CBR y el módulo de Elasticidad (Matsusai estaba feliz porque, sorprendentemente, la data experimental ajustaba perfectamente la correlación que presenta la normativa japonesa para obras de tierra).
3. Se lograron obtener valores de capacidad de carga admisible para diferentes geometrías de cimentaciones superficiales, y relacionarlas directamente con el tipo de suelo (determinado por el factor de clasificación “Fp”), un grado mínimo de compactación, y una condición de hidratación de diseño para el suelo. Matsusai decía “this particular thing gave me segurity” (en su inglés pronunciado en japonés). Con base en esto, Omura pudo presentar nuevos planos de cimentaciones, y cartas de diseño para guiar a los proyectistas de las cimentaciones en caso de que hubiera variaciones en las cargas o condiciones de hidratación del suelo. Este punto fundamental fue el soporte de la seguridad del relleno estructural para el proyecto.
4. En mucho del material de suelo con el que se construyeron los terraplenes, se midieron porcentajes de grava (retenido en tamiz Nº4) iguales o superiores a 65 %; estas condiciones hicieron necesaria una corrección por sobretamaño, en las que los trabajos del profesor norteamericano de origen iraní, Iraj Noraany, fueron fundamentales para mitigar las desviaciones en las mediciones de densidad a causa de la alta proporción de gruesos en la granulometría del material.
5. Los materiales de suelo disponibles en los préstamos o bancos de material variaron desde finos hasta gruesos. Matsusai se dio cuenta que los materiales más gruesos (bajo Fp) requerían menor grado de compactación para alcanzar la resistencia deseada (incluso por debajo del 95 % del Proctor), mientras que los suelos más finos (alto Fp) requerían un grado de compactación elevado (por encima del 95 %) para alcanzar la resistencia requerida. Por ejemplo, materiales con Fp = 0.20 (grava limosa) solo necesitaban una compactación de 92 % para producir el módulo de Elasticidad de 25 MPa requerido por el proyecto. En el otro extremo, suelos con Fp = 0.8 (arena arcillosa) requerían una compactación de 98 % para producir la resistencia requerida. Matsusai descubrió también que hay suelos con Fp mayor que 1.0 para los cuales ya ni compactando al 100 % del Proctor se puede conseguir la resistencia de proyecto, por lo cual, con base en la correlación que se obtuvo para los materiales de suelo disponibles para la construcción de la desalinizadora, decidió establecer un límite de aceptación, expresado en términos de Fp, por encima del cual se rechazaría el material de suelo para usarlo en los rellenos estructurales. Este nivel de control sobre los materiales, como si provinieran de una planta de producción, en vez de un banco o préstamo, fue lo que enamoró a Matsusai del método RAMCODES que proponía De Viana.
6. Matsusai se dedicó a medir con paciencia y método orientales el rendimiento de los equipos de compactación para alcanzar el grado mínimo de compactación necesario para que el suelo tuviera la resistencia deseada. Descubrió que en suelos con Fp bajo (0.2-0.4), el número de pasadas del equipo de compactación requeridas para alcanzar la resistencia de diseño era de entre 17 y 25 % más bajo que el necesario para alcanzarla en suelos con Fp intermedio (0.6-0.8). Y ese número era todavía mayor si se comparaba con suelos con Fp altos (Fp: 0.8-1). Con ayuda de De Viana, Matsusai pudo estimar que, si usaban un alto porcentaje de suelos gruesos, el tiempo de terminación del relleno de 1 millón de metros cúbicos de tierra se podía reducir entre 1 y 2 meses.
De Freddy J. Sánchez-Leal, tomada en 2010.
Parecía que Matsusai ya no podía estar más satisfecho con los resultados de los experimentos, pero De Viana todavía tenía una carta debajo de la manga. El consultor brasileño le presentó al líder de Omura el método estadístico de control de calidad que proponía para garantizar las premisas del proyecto. Se trata de un método de protección fija basado en la suposición de que las mediciones de densidad del suelo se pueden explicar por una distribución de frecuencias normal, y que el error o riesgo de aceptación de lotes defectuosos (error Tipo I), y el error de rechazar lotes buenos (error Tipo II), se encuentren balanceados. De Viana le hizo ver a Matsusai que, para cumplir las premisas del método de protección fija, había que compactar los lotes con grados de compactación promedio un tanto más altos que el requerido, de manera de que la fracción defectuosa fuera más pequeña que un valor de 5 %, al igual que se hacen las mayoraciones de f’c cuando se diseñan mezclas de hormigón o concreto. Matsusai abría sus ojos a más no poder; estas propuestas de control, aunadas a los hallazgos tras la construcción y ensayo de los terraplenes, lo habían sacado muy lejos de su zona de impasibilidad oriental. Matsusai se había empoderado del conocimiento y experiencias que le había transmitido De Viana en todas esas semanas de trabajo.
Después de muchos días de trabajo y grandes esfuerzos tanto físicos como intelectuales, se había llegado por fin el día de presentar los hallazgos de los experimentos de los terraplenes. Este era un trabajo que tenía que presentar enteramente Omura pues era la compañía contratada para hacer la ingeniería del proyecto. Matsusai incluso había preparado un documento de actualización de la especificación constructiva particular del proyecto basada en todos estos trabajos. De Viana opinaba que dicho documento—todavía en borrador pues debía ser aprobado por PDVSA—era una joya.
El salón de conferencias de B&S estaba otra vez lleno para recibir los resultados. Había mucho nerviosismo. Se iba a enfrentar la ingeniería civil contra los egos e intereses de cada quien. ¿Quién triunfará? Luego de dar la bienvenida a todos, al punto de la hora, el Ing. Guillermo Hernández, director del proyecto de la desalinizadora por parte de PDVSA, explicó brevemente el motivo de la reunión, y sin más preámbulos dejó con el público al Ing. Matsusai, de Omura, para presentar los resultados, quien hizo una presentación impecable. Sus destrezas con el Power Point y con el Excel nos dejaron muy impresionados a todos. A pesar de haber empezado un tanto frío, Matsusai se fue transformando progresivamente a medida que la pasión por los resultados y conceptos que presentaba iban tomando control de él. Acompañaba la presentación de las fases de cada actividad con un número de fotografías y videos seleccionados, que ayudaban a ilustrar los procedimientos y resultados. Las láminas presentaban resultados sólidos y que daban peso y sostén a los enunciados que eran luego parte de la pretendida modificación de la especificación constructiva particular para el proyecto. Matsusai comenzó y terminó su disertación aludiendo al mismo concepto, “la seguridad”.
Al término de la disertación, y luego de los aplausos de los presentes, se abrió el ciclo de preguntas.
El primero en pedir la palabra para preguntar fue el propio Guillermo Hernández. Luego de agradecer a Matsusai por la muy completa y profesional presentación, lanzó el siguiente cuestionamiento:
--“Matsusai, ¿me podría explicar esto de los materiales y el grado de compactación de una forma más clara o con un ejemplo sencillo?”.
--“Sí”, dijo el japonés con su recuperada parsimonia. Miró hacia el techo como buscado las mejores palabras. “Imagine, Hernández, que los materiales de suelo disponibles en los bancos para la construcción del relleno estructural de la desalinizadora son como unidades que pueden ser diferenciadas por su clasificación (dada por el factor Fp)…”. Aproveché la pequeña pausa de Matsusai para sondear el ambiente de la sala. La atención era total. Personas con los ojos bien abiertos esperando nutrirse todavía más de esta investigación realizada por estos dos grandes ingenieros, y justo aquí en el territorio de la refinería. “…Sabiendo que la resistencia requerida para el relleno estructural es de CBR =25 % (equivalente a un módulo de 25 MPa), descubrimos que los suelos más gruesos (Fp más bajo) requieren un grado de compactación menor que 95 % del Proctor para conseguir tal resistencia, mientras que las unidades de suelo más finas (Fp más alto) precisan de un grado de compactación mayor que 95 %; hay incluso unidades de suelo tan finas en los préstamos que ni con 100 % de grado de compactación pueden alcanzar la resistencia requerida, por lo cual hemos decidido no utilizarlos para el relleno estructural. Como consecuencia de esto, pudimos determinar que es mucho más económico para el proyecto construir con unidades de suelo gruesas que con unidades de suelo finas. Y, en consecuencia, emplear un criterio único del 95 % del Proctor, desvinculado de la resistencia requerida, resultaría en un costo y tiempo de terminación adicionales para el proyecto que no tendrían ninguna justificación”. Estas últimas palabras las dejó caer lentamente Matsusai en la sala, como para que se sumergieran en nuestras mentes. Hernández agradeció al japonés su esfuerzo en sintetizar las conclusiones de la investigación haciéndolas más digeribles para el resto de los mortales. Se podía ver otra expresión en el rostro de Guillermo Hernández; se podría decir que se estaba convenciendo. En realidad, ya todo el equipo de PDVSA había recibido con una semana de antelación los resultados de la investigación de Omura, inclusive el reporte que De Viana había preparado para GMG. GMG estaba siendo especialmente transparente con PDVSA, pues era parte de su apuesta por optimizar sus recursos en el proyecto.
La palabra la pidió ahora Guillermo Romas, Gerente de construcción por B&S. “Matsusai, la verdad es que yo no le compro lo que dijo. Para empezar, desde que el mundo es mundo, el criterio de compactación es del 95 % del Proctor, y eso tiene que ser por una muy buena razón. A lo largo de mi carrera he construido múltiples rellenos estructurales y ninguno ha fallado. Compactar por debajo de ese nivel me parece a mí que sería muy riesgoso para este proyecto tan importante. Tocayo—refiriéndose a Guillermo Hernández—yo no creo que PDVSA deba tomar una decisión como esta. Además, Matsusai, al compactar por debajo del 95 % del Proctor, ¿no estaríamos haciendo el relleno demasiado permeable?”. Esta última pregunta dejó la sala en silencio, esperando la respuesta del líder de Omura.
Matsusai, con mucha paciencia en su expresión, se dirigió a Romas con estas palabras. “No debe haber un motivo de alarma. Para alcanzar estas conclusiones hemos realizado, tal como expliqué, un muy completo programa de ensayos de laboratorio y campo (este con terraplén y su réplica). A la luz de estos resultados, en Omura realizamos un recálculo de las cimentaciones de los equipos de la desalinizadora, y hemos llegado a la conclusión de que la condición es segura. El estudio también ha tenido como consecuencia unas conclusiones con las cuales se podría optimizar notablemente el tiempo de ejecución de la obra y los recursos. En Omura estimamos que estos hallazgos son sumamente útiles para el proyecto pues no solo le incrementan la seguridad, sino que también permitirían entregar la obra mucho más temprano. Ahora, con respecto a la permeabilidad, realmente no comprendo la preocupación. Desde el anteproyecto, y tomando en cuenta los estudios de mecánica de suelos del proyecto, sabíamos que la mayor parte de los suelos disponibles en áreas de corte y rellenos cercanos son gravosos. Esta fue una de las razones por las que se contemplaron subdrenes en varios niveles de los terraplenes. La permeabilidad de estos materiales oscila entre 10^-4 y 10^-5 cm/s, por lo que no veo cómo podría influir notablemente en la permeabilidad pasar de 95 % de Proctor a 92 %. Es decir, los terraplenes están diseñados para colectar agua; sabemos de antemano que son muy permeables y así se consideraron en todo el proyecto”.
Romas puso cara de que no estaba convencido. Más bien, su cara era de “nada de lo que me digas me va a convencer porque ya tengo hecha mi posición”. Guillermo Hernández le pidió amablemente a Guerrero que si podía compartirnos su opinión porque la consideraba muy importante.
Guerrero se levantó de su asiento con gesto complacido por la oportunidad, y nos habló en estos términos. “He escuchado con atención la disertación del Ing. Matsusai. Este tipo de investigaciones para la generación de especificaciones particulares es muy común en proyectos de la relevancia del que nos ocupa, de modo que no me sorprende el trabajo que han hecho. Nosotros en el Departamento de Calidad de B&S no tendríamos ningún problema en trabajar con la especificación particular derivada de esta investigación, por cuanto las normas venezolanas contemplan esta posibilidad, en caso de que finalmente se apruebe. Me llama bastante la atención el método estadístico de control de calidad que proponen implementar para la aceptación o rechazo de lotes compactados. Considero que es un refinamiento bastante interesante sobre los métodos que estamos utilizando en nuestras obras. La rapidez y precisión de los densímetros nucleares—debidamente calibrados, desde luego—hacen posible que se apliquen estos métodos y podamos disminuir la incertidumbre en nuestras decisiones de liberación de áreas terminadas. Celebro que se pueda dar esta oportunidad. No tengo más que decir, Guillermo, además de agradecerte la oportunidad”.
Guillermo Hernández se mostró complacido por la participación de Guerrero, señaló con la cabeza a algunos de sus colaboradores en el público y estableció un receso de 10 a 15 minutos para que los asistentes tomaran café mientras él con su equipo de PDVSA iban a deliberar en una oficina contigua y luego volver a la sala para dar su decisión sobre la propuesta técnica de Omura. Los comentarios frente a la mesa de café y en los pasillos eran bien interesantes. Siento que había un sentimiento común de estar participando en una excelente obra de ingeniería civil. En un rincón hacían una miniconferencia Guerrero, De Viana y Matsusai. Guerrero me dijo luego que les estaba pidiendo detalles específicos de los resultados de los experimentos, normas aplicadas y abundar más sobre el método de protección fija para el control de calidad; estaba fascinado. Los únicos inconformes eran Romas y su grupo de trabajo.
En un santiamén regresó Guillermo Hernández con su equipo. Raudo se encaminó al frente de la sala y pidió a todos que tomaran sus asientos para comunicarles la decisión final. Cuando hubo silencio, Hernández se expresó así. “Luego de una deliberación con mi equipo, que comenzó hace una semana cuando recibimos los resultados del experimento de Omura y su propuesta de especificación, he decidido, en nombre de PDVSA, aceptar la propuesta técnica de Omura. Estamos muy complacidos con el trabajo realizado y confiamos que la implementación de esta especificación particular que estamos aprobando se traduzca en grandes beneficios para el proyecto, en particular, un incremento de la seguridad técnica de los terraplenes, y un notable acortamiento del tiempo de entrega de los trabajos”. La sala era total regocijo. Bueno, casi total. Los asistentes empezaron a aplaudir espontáneamente. El propio Guillermo Hernández no podía ocultar su satisfacción. Guerrero estaba conteniendo una gran alegría y se mantenía en posición relajada. De Viana se abrazaba y congratulaba con todo el equipo de GMG. Matsusai estaba sereno, sentado con la espalda recta, al igual que todos los demás de Omura; no parecían entender por qué habría que celebrar el resultado de un trabajo. Ya había dicho que la sala era total regocijo, pero en realidad es que casi total, porque Romas y su equipo no podían ocultar su enojo por la noticia. Al escuchar la declaración de Guillermo Hernández, Romas se levantó de su silla y golpeó sus manos en señal de frustración. “Esto no se va a quedar así”, sentenció.
El grupo de GMG y el de Guerrero (es decir, el mío) se fueron a celebrar debajo de un cují en un negocito de Punta Cardón, a escasos 15 minutos de la salida de la Refinería, tomando guarapo de papelón con limón bien frío, para despistar el calor, acompañados por el sabor de unas empanadas de cazón, y para felicitarse por el resultado de varios meses de trabajo duro, de aplicar la ingeniería contra todo pronóstico, y conseguir las pretendidas seguridad y optimización para el proyecto. También estaban tomando fuerzas para todo el trabajo que venía de implementar la nueva especificación particular de Omura, que ahora era de PDVSA.
Lucas Saveiro, Gerente general de GMG para el proyecto de construcción de la desalinizadora, celebraba pues la apuesta que habían hecho a la ingeniería había sido la ganadora. Fue él quien tomó la valiente decisión de proyectar, construir y monitorear, a sus propias expensas y riesgo, un terraplén alternativo al de Omura. Fue su arrojo y valentía la que inspiró a todo el equipo de GMG, le dio un espaldarazo de confianza a Sócrates De Viana y su propuesta de RAMCODES, y les plantó en la cara a los japoneses que de este lado del mundo también se hacía buena ingeniería, y que fue el gatillo que hizo que Omura tomara en serio la capacidad de GMG. Por otro lado, los cálculos más gruesos revelaban que GMG obtendría ahorros de un 20 % sobre el presupuesto del relleno estructural para la desalinizadora, y que podría terminarlo al menos 2 meses antes. Lucas “Sa”, como le llaman familiarmente sus allegados, ya se imaginaba obteniendo el premio “Destacado” que organiza GMG cada año para promocionar a sus proyectos más interesantes y que hayan logrado vencer importantes dificultades. Las trasnacionales brasileñas han sido salpicadas con la mala fama de la corrupción, pero ahora Lucas Sa y GMG demostraban que podían conseguir prestigio con base en el talento, el empeño y la ingeniería y, sobre todo, con total transparencia con el cliente e involucrados. Es para andar como pavo real, del puro orgullo.
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Mientras unos celebraban, Romas actuaba en la oscuridad haciendo un cabildeo muy intenso para deshacer la decisión de Hernández. Como con el aspecto técnico no pudo, empezó a meterse en el tema financiero. Por ser B&S la supervisión de la construcción de la desalinizadora, su opinión es muy importante para las decisiones de PDVSA. Le hicieron ver a Guillermo Hernández y a otros gerentes de la estatal petrolera venezolana que GMG iba a obtener una muy importante ganancia por el ahorro conseguido gracias a la nueva especificación, y que le sugerían que le exigiera un ajuste de precios a GMG sobre su oferta contractual. Romas logró mover los hilos al más alto nivel de B&S y de PDVSA para lograr su cometido. De hecho, no había pasado una semana de haber saboreado el vino del éxito cuando le tocó a GMG probar un grueso trago de vinagre. Guillermo Hernández llamó a Lucas Sa a su oficina y, acompañado de un par de gerentes de PDVSA le comunicó que la estatal requería, “como paso final” para la aprobación de la especificación particular, que GMG revisara los precios unitarios de su contrato original, considerando los ahorros en tiempo y dinero que se lograrían con esta. Guillermo Hernández le confesaría a Guerrero meses más tarde (y así me enteraría yo) que, pese a su entrenamiento y experiencia como gerente, comunicarle eso a Lucas Sa había sido una de las cosas más difíciles que le había tocado hacer.
En GMG todo era devastación con la noticia. Lucas Sa y otros gerentes analizaban, en compañía de sus asesores legales, las acciones que podrían emprender en contra de PDVSA por este cambio de giro, pero no había mucho que hacer pues PDVSA todavía no emitía oficialmente la especificación particular. GMG consideraba inaceptable realizar ninguna modificación a su oferta ya aprobada por PDVSA. Al contrario, la trasnacional brasileña veía sus nuevas—ahora malogradas—ganancias como compensación a su inversión, a su apuesta por la ingeniería y la tecnología. Es la gran ventaja que tiene la empresa privada y, en general, los gobiernos deben estar felices porque es la manera en la que se hacen estas empresas más competitivas y hacen más competitivas a las naciones. Es el espíritu del emprendimiento que cobra vida y llena de vida a toda la economía de un país. Pero este no era el caso. Este era un caso de una vil retaliación orquestada por B&S en contra de GMG. Resulta que, originalmente, la construcción de la desalinizadora la había ganado B&S pero, tras una negociación entre los gobiernos de Venezuela y Brasil, el contrato de la construcción de la obra pasó a manos de Grandes Minas Geráis, porque esta última nación sería la financista del proyecto. Entonces a Bernard and Shaw le dieron el premio de consolación de la supervisión del proyecto. Desde entonces juraron venganza, hacerle la vida imposible a GMG, y vaya que lo cumplieron. Romas mató dos pájaros de un solo tiro. Le entregó la cabeza de GMG en bandeja de plata a B&S, y le causó mucha frustración a su colega Vicente Guerrero.
De Viana se encontraba de visita de consultoría en una mina en Perú cuando se enteró de la jugada de B&S con PDVSA. Según Guerrero, el consultor brasileño sintió muy fuerte el golpe dado por Romas. Era el triunfo del sin sentido, de la envidia y de la falta de capacidad. Del sin sentido porque cómo es que una empresa puede rechazar una solución que le da más seguridad que lo tradicional y que le entregaría la obra en mucho menos tiempo. De la envidia simplemente por no aceptar la victoria del adversario que la granjeó en buena lid. Y de la falta de capacidad porque, muy a parte de la experiencia y conocimiento de De Viana y Matsusai, los resultados del programa de experimentación fueron contundentes, y lograron ser sintetizados de forma magistral en la especificación particular, y Romas jamás pudo rebatirlo.
Una de las secuelas de la jugada de B&S con PDVSA fue que GMG no volvió a contratar a De Viana como consultor. Esta trasnacional brasileña está acostumbrada a ganar, y cuando no gana, alguien tiene que pagarlo. Esta vez le tocó a De Viana. De igual manera, De Viana intentó retomar con Matsusai la publicación técnica en conjunto en revista arbitrada de prestigio de la experiencia del experimento para con los terraplenes, pero el japonés, con toda franqueza y sin rodeos le dijo “lo siento, el cliente (PDVSA) no aceptó la solución. Omura no tiene nada que publicar”. A pesar de todos estos golpes, meses después llegó la oportunidad para De Viana de resarcirse. Por esas cosas del destino, el gobierno brasileño decidió no seguir financiando los proyectos con Venezuela, y el gobierno venezolano se vio en la obligación de conseguir financiamiento alternativo, que encontró con el gobierno de China. De modo que, GMG fue sustituida por una empresa constructora china que se encargaría finalmente de ejecutar el proyecto. No obstante, la especificación particular de Omura no fue utilizada, sino lo que ya estaba contemplado en la especificación original, es decir, 95 % del Proctor. El proyecto se entregó tres meses después de lo establecido, no sin pocos problemas. Los chinos tuvieron un inconveniente importante durante con el material que estaba saliendo de las áreas de corte; el material estaba saliendo mucho más grueso que lo previsto, lo que requirió evaluar las correcciones a las mediciones de densidad. Ante la negativa de Omura de atender la consultoría, todas las recomendaciones cayeron sobre Sócrates De Viana, que aceptó de inmediato regresar a Venezuela a resolver el problema para los chinos. La supervisión de la obra seguía a cargo de B&S, específicamente de Guillermo Romas quien fue, sorpresivamente, uno de los más importantes promotores del regreso de De Viana. Lo que son las cosas, Romas sabía que De Viana sabía cómo resolver el problema, y era perfecto para mostrarlo a los chinos y ganar parte del crédito por la resolución del problema. Así que su actitud con De Viana fue a la inversa que la vez anterior. Efectivamente, el consultor brasileño hizo una muy completa evaluación de la situación de campo y sugirió procedimientos, que se comprobaron en campo y luego se implementaron como modificaciones a los métodos de medición durante el proyecto. En la presentación final, los chinos quedaron muy satisfechos con la participación de De Viana. Romas quiso congraciarse un poco con De Viana en frente de la gente de B&S y los chinos, y le dijo:
--“De Viana, de verdad te felicito. Sabes que siempre he valorado tu trabajo. Lo que pasó aquella vez fueron cosas de trabajo y de diferencias de criterios. Luego entendí lo que tú nos tratabas de decir. Tú sabes cómo son las cosas”.
De Viana no sabía si golpearlo o simplemente darse la vuelta y retirarse del lugar. ¡Qué cara tan dura la de Romas! Pero decidió contestarle con estilo:
--“Romas, realmente sé cómo son las cosas. Tú eres una persona inteligente y un profesional bien preparado. No se trató de una diferencia de criterios. Obviamente tú entendías mejor que muchos la naturaleza y extensión de nuestro experimento, sus resultados y la especificación particular de Omura. Digamos la verdad, simplemente no te dio la gana de aceptarlo; no te convenía aceptarlo. Decidiste poner tus intereses personales, tus bajas pasiones por encima de la ingeniería. En ese momento no le fallaste a tu profesión, te fallaste a ti mismo”.
Ciertamente que Romas no esperaba ese comentario de De Viana, quien luego de decir eso se retiró de la sala y jamás regresó al proyecto. Reflexionando sobre esta historia me queda muy claro que, además de la preparación técnica de un ingeniero, hay que tener un entrenamiento muy fuerte en inteligencia emocional, porque las situaciones que se tienen en nuestra profesión van más allá de la preparación universitaria o de nuestros libros técnicos. Nunca dejamos de ser humanos y de tener este tipo de relaciones. Gran aprendizaje.
Autor: Freddy J. Sánchez-Leal, sanchez-leal@geotechtips.com
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